El texto publicado por el gran historiador José María Lacarra ya hace sesenta años, interpretado con exactitud por él, por José Goñi Gaztanbide y Martín Larrayoz entre otros, es ocultado y malinterpretado por personas que ahora tienen el poder sobre la cultura en Navarra. Ya que la normalidad y coherencia de este documento, que con detalle descubre la Pamplona de hace 1500 años, desenmascara la gran falsedad de una Pompaelo que los falsificadores se empeñan sea marginal y luego supuestamente dominada por visigodos y otros.
Así los textos, como el mencionado, más cercanos a los hechos han sido postergados en beneficio de otros de origen literario y retórico senatorial, que se ha demostrado son ficciones. Lo grave es que en base a unas interpretaciones muy sesgadas y personales han desechado otras más verosímiles y que a la postre han resultado ser ciertas.
A continuación reproducimos las partes de la alabanza de Pamplona, o “ Laude Pampilona epistola”, que por su contexto y estilo pertenece al siglo V y figura a continuación de la carta del Emperador Honorio “militie urbis Pampilonensis”, a las milicias de la ciudad de Pamplona del año 408, todo ello inserto en el Códice de Roda según Lacarra del año 992. Ha sido apartado por algún autor con mando en plaza, a pesar de su exactitud y de ser un documento redactado aquí mismo, por lo que podemos preguntarnos: ¿cuál ha sido el motivo de este ocultamiento? ¿qué interés ha habido en fabricar una imagen virtual y falsa de Pompaelo y de toda la historia de Navarra?
A continuación comentamos dicha descripción que hace un pamplonés del siglo V de su ciudad:
Describe, con el detalle de sus medidas, las potentes murallas de la ciudad que destruiría Carlomagno. Las medidas de las torres parecieron un poco exageradas, pero a la vista de lo que ha aparecido en la Plaza del Castillo no lo son. Para las medidas de las murallas, el pie puede equivaler a 26 cm. Lo que supone 67 torres de 63 pies de anchura por 84 pies de altura, es decir, 16,38 metros de anchura y 21,84 metros de altura. Los lienzos de muralla intermedios, según la muralla aparecida en la Plaza del Castillo, tendrían cuatro metros de ancho y podrían tener la mitad de altura que las torres, unos diez metros.
La “iliestra” podría tener unos diez pies, por lo que el perímetro amurallado de Pompaelo sería de alrededor de tres mil metros con 67 torres cada cincuenta metros aproximadamente. Pamplona en época romana ocuparía una superficie (más de treinta Has.) tres veces superior a la señalada por M.A. Mezquíriz (entre 6 y 9 Has.)
La frase “ si la Roma opulenta sirve a los romanos, Pamplona no dejó de servir a los suyos”, tiene un claro mensaje de autoestima y realismo. Denota, sin embargo, un matiz de pensamiento político importante, relaciona a Roma con lo opulento- aristocrático y a que Pamplona por contra, protege a los suyos. Esta legitimación ideológica fue mantenida por el Reino de Pamplona y luego de Navarra.
La descripción de Pamplona y su condición de soberanía política coincide con la evidencias arqueológicas de las necrópolis de los siglos VI y VII de Iruña ( Plaza de Toros, c/ Arrieta y c/ Amaya), Buzaga ( Elorz) y Aldaieta ( a 13 Km. de Vitoria-Gasteiz).
Concibe a Pamplona como al conjunto del territorio de la “ civitate pampilonensium”, no es exclusivamente el casco urbano, hable del suburbio ( la Cuenca de Pamplona), de la región( Vasconia) y de las montañas. La misericordia divina la salvaguardan de las gentes bárbaras y enemigas. Que a lo largo de los siglos serán especialmente los visigodos, francos y más tarde los musulmanes.
El detalle de la dirección de los cauces fluviales que vienen de oriente y tuercen hacia occidente con los vecinos próximos, nos está describiendo el curso de los ríos Arga, Ulzama y Elorz, asi como los afluentes Egües y Sadar.
Todo el texto refleja consciente pertenencia al mundo romano. Eso es precisamente la clave. Los dirigentes edilicios de Pamplona evidentemente se consideran romanos, cuya civilización e intereses están contrapuestos a los invasores bárbaros, ya sean germanos( godos, francos…) o después musulmanes.
La ciudad de Pamplona y sus murallas fueron derribadas el año 778 por Carlomagno, como lo recoge su propio cronista Eginhard: “Destruida Pamplona, subyagados los hispanos y vascones, también los navarros, regresó a las partes de Francia”. ( Annales Regii) “Arrasó al suelo los muros de la ciudad a fin de que no pudiera revelarse, y, determinando regresar, se internó en el paso de los Pirineos”. ( Nuevos Annales Regii) La destrucción de las murallas de Pamplona por los ejércitos de Carlomagno está representada en la arqueta relicario de Carlomagno, en Aquisgrán ( Aix-la-Chapelle). Relieve en cobre dorado, fechado entre 1200 y 1215.
Como consecuencia de dicha terrible agresión de tierra quemada, los pamploneses con el resto de los vascones infringieron una ejemplar derrota al ejército de Carlomagno el 15 de Agosto de 778 en Orreaga (Roncesvalles).
La ciudad de Pamplona, en época romana, tenía una organización municipal con su Foro donde se reunían los ciudadanos, los duoviros y los cargos edilicios, se decidía sobre la construcción y mantenimiento de las infraestructuras, servicios y obras públicas: abastecimiento de agua, conducciones, depósitos, desagües, puentes, calles, pavimentación, pozos, termas, teatro, circo, mercados, murallas, etc. Pamplona tenía una vitalidad propia, favorecida por su estratégica situación en el cruce de calzadas y por ser cabeza de toda el área circumpirenaica, la Vasconia tardo-antígua, que tenía una dinámica diferenciada.
En los últimos treinta años la relectura de las fuentes históricas y el nuevo examen de los materiales arqueológicos han producido un cambio completo en la historiografía referente a los siglos II al VIII. Sin embargo, ha habido quienes, con responsabilidad sobre el patrimonio de Navarra, no han querido enterarse.
En la época Bajoimperial romana se observa un enfrentamiento entre la jerarquías eclesiásticas y administrativas del Bajo y Medio Valle del Ebro de un lado, y los obispos y el poder civil y político del Alto Valle del Ebro de otro. Son dos mundos que paulatinamente se alejan y se separan definitivamente. La “ versión” ascética de este primer cristianismo parece haber encontrado eco entre los “possessores” de la zona circumpirenaica”, según Juan Manuel Tudanca, todo ello está lejos de la simbiósis que unifica al aparato del Estado romano con la organización cristiana como nueva religión oficial del Imperio, donde serán los cargos eclesiásticos los que pasan a asumir y desarrollar las labores de patronazgo y las actividades públicas.
Los “possessores”, desempeñan un papel importante al convertirse en los protectores de dicha sociedad y de sus monasterios. De entre ellos surgirá la clase militar y gubernativa. De la simbiosis entre comunidades vasconas, monasterios y “possessores”, como en otros países, en los Balcanes, Cáucaso, Irlanda, nacerá la clase dirigente que se enfrenta a los invasores bárbaros en la antigüedad tardía y que crea después la monarquía del Reino de Pamplona.
No tiene nada que ver la tradición de Prudencio de Calahorra con la de San Isidoro de Sevilla. La primera adapta el cristianismo a la historia universal y a una práxis ascética y rural. La segunda adapta el cristianismo al poder Imperial y aristocrático pero en manos de sus nuevos detentadores étnicos, el pueblo visigodo.
Las noticias respecto a destrucciones y alteraciones supuestamente debidas a las invasiones del siglo III-francos y alamanes- o a las bagaudas, llevaron a muchos autores a mantener ese decimonónico sentido de crisis teñido de un carácter apocalíptico. Lo que les indujo a creer que los abandonos y cambios en el mantenimiento de las ciudades tenían su origen en las incursiones bárbaras. Interpretación que en la actualidad se ha superado, pero que, sin embargo, el autor Blázquez, invitado como autoridad por la Sra. Mezquiriz, la ha mantenido en la práctica totalidad de su obra.
Blázquez, mantiene además en sus obras el falso tópico de que la zona vascona se halla muy poco romanizada y cristianizada tardíamente en el siglo V y que en la misma existe un sistema gentilicio. Sin embargo, autores más serios, creen que a partir del siglo III se mantiene la estructura socioeconómica vascona, conectando con las nuevas relaciones socioeconómicas propias de una sociedad romana progresivamente más equilibrada entre lo rural y lo urbano.
Su impostura les ha llevado a dogmatizar sobre una virtual Pompaelo que en los últimos treinta años han impuesto a la realidad, encajándola en su imagen tergiversada, aunque para ello hubiera que demoler, malinterpretar, ocultar y tapar elementos arqueológicos para ellos insignificantes que han ido surgiendo durante estos últimos años. Aseguraron tajantemente que donde se iban a hacer las excavaciones en la Plaza del Castillo no iba a aparecer nada de valor y mucho menos de época romana. Dando cobertura al proyecto de aparcamiento subterráneo que por ellos ha de ir ubicado en medio de un yacimiento arqueológico de la máxima importancia. Cuando la realidad es que la meseta donde se asienta la Plaza del Castillo alberga un núcleo fundamental de la Pamplona preromana, romana y medieval.
Por todo ello, estas personas, con reincidencia, se convierten en las principales responsables de que los ciudadanos de Pamplona, Navarra, Europa y el Mundo se vean privados del testimonio monumental de lo que fue la ciudad de Pamplona desde el siglo –II antes de Cristo hasta el siglo XVI. Las barbaridades que se están haciendo aquí, escandalizan ya a los órganos competentes de la UNESCO y la Unión Europea, no se hacen ya en ninguna parte del Mundo, pues hoy la conservación del patrimonio-histórico está por encima de las obras públicas y privadas por muy necesarias que sean aparentemente. La disyuntiva es: cultura si o cultura no; civilización o barbarie.
Tomás Urzainqui Mina