Soberanía y subordinación en el sistema educativo

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Sin soberanía “lo público” puede pertenecer en la práctica al ámbito del interés privado de la sociedad dominante, subsumido en la relación de desigualdad entre las sociedades soberana y subordinada. Por ello, lo público sólo es ciertamente público en una sociedad soberana.

Lo dominante y lo dominado, a pesar de la sutil confusión en que premeditadamente se sumergen, tienen sus propias esferas de lo público y lo privado. No confundirlo es un paso hacia delante para que la sociedad subordinada deje de serlo.

Los modelos educativos autonómicos en principio no responden a los derechos de sociedades diferentes, sino que son transmisores de los programas de enseñanza confeccionados para garantizar las esencias identitarias de la sociedad española o francesa, organizando lo referente a la red, personal, programas, formación y control del funcionamiento.

En ocasiones, surge la cuestión de un hipotético enfrentamiento, entre lo que se supone que pertenece al ámbito de lo público y lo supuestamente privado. Con este motivo, utilizan el calificativo de «privado» como sambenito para atacar a entidades surgidas con notable esfuerzo en el seno de nuestra sociedad -llamadas por ello de iniciativa social-, para defendernos de la agresión a los valores colectivos más sentidos e indispensables, que van desde la recuperación de la lengua propia, pasando por la cultura, el derecho, la economía, la industria o el patrimonio, hasta el medio ambiente.

Los alegatos empleados son simples y reiterativos. Así la escuela nacional francesa, según sus valedores, sería pública, mientras que el sistema que supone la red social de ikastolas sería privado. Interesadamente, se ciñen a dichos conceptos con sus significados estrictamente jurídicos o administrativas, cuando en la práctica quedan desnaturalizados, al entremezclarse los ámbitos de las respectivas sociedades y sus diferentes culturas, que además se hallan en planos políticos de manifiesta desigualdad. Y ocultan que dicha escuela francesa, nacional y republicana, aunque enseñara euskara, puede ser tan privada para la sociedad de la Navarra norpirenaica como un colegio inglés en París.

Es preciso conocer la premisa del interés de esa cultura dominante, que efectivamente podrá ser público en el ámbito territorial de su propia sociedad, pero que se convierte en un interés privado cuando se introduce en el seno de otra sociedad diferente. En este caso, esa escuela pública se puede transformar en la escuela particular de la sociedad hegemónica, la francesa o la española, con la clara pretensión de imponerla a otra sociedad, generalmente dominada. Precisamente por ello, esta sociedad navarra, desvalida y subordinada, se ve impelida a organizar por iniciativa social su escuela nacional eúskara, ya que tiene derecho a desarrollar su cultura como pública porque oficialmente  no se lo permiten, ni le reconocen abiertamente el derecho a hacerlo.

La recuperación lingüística llevada a cabo por la iniciativa social de las ikastolas ha facilitado que los mentores de la  «escuela pública», española o francesa, se hayan visto obligados a tener que incluir en su sistema educativo público los modelos para la enseñanza en euskera y del euskera. Pero seamos claros: qué programas educativos, qué historia, qué valores sociales, culturales o políticos están obligados a enseñar en estos centros. Evidentemente, a pesar del digno esfuerzo de muchos enseñantes para paliarlo no les dejan que sean los más apropiados para esta sociedad, sino que están condicionados a los intereses de la sociedad dominante, dueña, cultural y material, de dichos centros a través de su Estado gran-nacional.

La conciencia individual y colectiva es la que determina realmente en nuestro caso lo público o lo privado, no las estructuras dominantes y sus atribuidos conceptos. Por eso, hay que prioritar la conciencia independiente desde ahora. Los agentes y movimientos sociales que se ven obligados a utilizar indistintamente las estructuras «públicas» o «privadas» que pertenecen al Estado gran-nacional y a su sociedad dominante, han conseguido, por su conciencia, e independientemente del ámbito donde trabajen, lo que hoy tenemos.

Lo verdaderamente importante es que todos los colectivos, de lo «público» o de lo «privado», que se sienten pertenecer a esta sociedad dominada trabajen juntos (sin corporativismos, protagonismos o partidismos) por una escuela realmente libre que enseñe nuestra cultura inserta en la universal, frente a los graves impedimentos que a ello interpone el actual aparato estatal gran-nacional y su sociedad dominante.

Tomás Urzainqui Mina